martes, 29 de noviembre de 2016

Diferente

Aunque tú no lo sepas, no soy como los demás.

No me gusta ver la tele a todas horas, no me gusta escuchar sólo las listas de moda de Spotify, no me gusta adoptar una forma de pensar. No. Me gusta leer, me gusta debatir, me gusta tocar la guitarra. Que prefiero un atardecer en buena compañía que una noche de fiesta. Que las chicas que me gustan a mí no suelen ser las que le gustan a todo el mundo. Que no, que no soy como los demás.

Soy indeciso. No decido qué ponerme hasta dos minutos antes de salir de casa. Y me gusta serlo. Porque las decisiones que se toman cuando no tienes otra opción más que actuar deprisa, suelen ser las más sinceras. Es por eso que mis amigos todavía se sorprenden cuando, al abrir mi armario, descubren que guardo mi bufanda junto a las camisetas que este verano paseaban por Benidorm. O que mis gafas de sol y mi gorra no se muevan de su sitio. Porque siempre espero un día de esos soleados que rompan con la monotonía de las grises y oscuras jornadas otoñales. Y porque todos los otoños sale algún día de esos en los que el sol brilla con más fuerza y te deja ver el verde que la lluvia ha ido consiguiendo, los suelos llenos de hojas secas, las bajas temperaturas contrastadas por un cielo color azul intenso.

Me gustan las películas. La mayoría. Porque todas tienen algo que contar. Hay películas reales como la vida misma, con las que te sientes identificado y recuerdas momentos de tu vida; me gusta esa sensación. Otras, en cambio, proyectan mundos fantásticos de seres imaginarios, y alejan tu mente de la tan indeseable rutina. Y hay otras que, simplemente, te divierten. Y te ríes hasta llorar.

Me gusta la magia. Me gusta creer en el destino, en que todo sucede por algo. Pero a la vez, me gusta creer que somos capaces de controlar nuestro camino. Ahora que se acerca el sorteo de Navidad, la gente trata de encontrar el boleto ganador, cuando no saben que el verdadero premio no sale de un bombo enorme, ni que por tener ese boleto se ha sido afortunado. La fortuna es conocer a esa persona a la que no le guste ver la tele a todas horas, que le guste hablar de todo y de nada a la vez. Que guarde la ropa de verano junto con la de abrigo. Que le gusten todo tipo de películas. Y que crea en el destino. Porque aunque yo pueda pensar que sea un descubrimiento sin previo aviso, tal vez la historia venga de más atrás.

Mucha gente no entenderá este post. Lo siento, no soy como los demás.

JP

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