viernes, 22 de septiembre de 2017

Mareas

Marea alta, marea baja.

Siempre se ha dicho que la vida es como las mareas, unas veces se está arriba y otras abajo. Pero que, al igual que pasa en los mares, el ritmo de las olas no ha de parar. Hay días en los que la resaca no para de moverte, que te mueve tanto que al salir estás muy lejos de donde habías entrado; también hay otros en los que apenas aparecen un par de olas despistadas, que probablemente se hayan perdido en la inmensidad del océano y hayan desembarcado en esa playa.

Todo es muy bonito cuando lo lees, o se lo oyes a alguien. Tratas de imaginar tu vida con altibajos, con esos momentos de alegría y felicidad que hacen olvidar esos otros de tristeza, decepción o desamparo. Pero hasta que no se lo oyes a tu mejor amigo en el funeral de su madre, con la tranquilidad del que lleva más de 500 días sufriendo por un cáncer, no piensas en todos los momentos buenos. Hasta que no le miras a los ojos al entrar al tanatorio a primera hora, y le das un abrazo que esconde todas sus lágrimas mientras tratas de aguantar las tuyas, no te paras a pensar en todos los momentos de marea alta.

Y todavía es peor cuando, entre sollozos, te da las gracias por haber venido desde tan lejos. Y no sabes qué hacer o decir, porque sientes que estabas lejos cuando recibiste la noticia y es lo menos que podías haber hecho.

Cogería mil y un buses antes de volver a tener que escuchar un discurso como aquel.

Disfrutemos de las mareas altas, antes de que inevitablemente vuelva a bajar.

JP