La princesa esperaba en la torre más alta del castillo a que un
joven, fornido y de buena familia, acudiera a su rescate: su príncipe
azul. Los días se volvieron semanas, las semanas meses, mientras
aguardaba ese momento, pues desde que fuera secuestrada años atrás por
el temeroso dragón, sus jornadas se resumían en mirar el bello horizonte
que se dejaba ver tras la ventana de su ordenada habitación. Poco más
tenía que hacer en esa alcoba, sin conexión a Internet ni televisión.
Apoyada en el alféizar de la ventana, se tocaba su liso y fino pelo, no
fuera que uno de esos mechones rubios le quitaran una pizca de visión
del paisaje.
Un buen día, la princesa oyó un ruido procedente del
exterior del castillo. Sobresaltada, se despertó y acudió al momento a
observar qué sucedía ahí fuera. Un muchacho apareció a lo lejos; no le
fue difícil identificarlo, pues este llevaba un chubasquero amarillo
fosforito y unas zapatillas Nike de color rosa. "Qué tan destacadas
prendas vestís vos, ¿no, príncipe?", preguntó sorprendida la princesa.
"Sí, es que soy runner. Pero tranquila, yo te salvaré de ese temeroso
dragón."
Los decibelios empezaron a subir, pues a lo lejos, un
puñado de mujeres con pancartas y carteles gritaban con locura. "Claro,
tú tan macho que eres vas a rescatar a la princesa, que al ser mujer es
del sexo inferior, está atrapada, ¿verdad?" se oyó de una de las
integrantes. La princesa no daba crédito a lo que veían sus ojos. "Las
mujeres somos capaces de defendernos nosotras solas", exclamaba otra.
El
dragón, indiferente ante los gritos de la muchedumbre, lanzó una
llamarada que calcinó a gran parte de los manifestantes. A su paso, ese
grito ígneo se llevó consigo varios árboles, que empezaron a arder en
llamas cual fogata de San Juan. No pasaron ni 5 minutos cuando un
helicóptero de GreenPeace apareció por el norte. "Acabamos de ver en
stream la llamarada que has lanzado. Este es un espacio protegido, por
lo que usted señor Dragón Tenebroso ha incumplido la ley 28/3 aprobada
en el año 2009. Tendrá que venir con nosotros a comisaría." El dragón
gritó más fuerte aún, destrozando el helicóptero. Los pocos
manifestantes que quedaban vivos sostenían nerviosos sus smartphones,
sacando fotos a la situación y subiéndolo a las redes sociales.
La
princesa, con su incredilidad ante la situación que estaba viviendo,
decidió arrojar su corona por la ventana, quitarse el vestido que le
llegaba por los suelos y ponerse unos vaqueros. Sacó del cajón de su
mesilla de noche un paquete de Chesterfield, y sacando uno de los
cigarrillos, lo aproximó hasta una hoja a punto de desintegrarse por las
ascuas, y comenzó a fumar, mientras veía al príncipe estirar, las
feministas twittear, y el dragón destrozar lo que hasta ese día había
sido su reino. "Este mundo no está hecho para las princesas de los
cuentos", pensó.
JP