lunes, 5 de noviembre de 2018

Olores

Camarero, ponga otra ronda.

Brindemos por el verano, por lo vivido en esas cálidas noches en cualquier fiesta de pueblo. Brindemos por otro duro septiembre de vuelta a la normalidad. Brindemos por esas cosas que se quemaron, allá por el mes de junio, en la intensa hoguera de san Juan. Brindemos por las canciones que cantamos gritando en cada concierto o verbena.

Volvemos a la época del año en la que los días se acortan, las lluvias racheadas tratan de robar el entusiasmo de los días al sol y las canciones ya no suenan como meses atrás. ¿Habrá cambiado el artista su tono de voz en tu Spotify? No, el artista sigue tocando los mismos acordes. El batería sigue llevando el mismo ritmo. Pero, tal vez, la princesa a la que le cantabas ya no sea la misma que estaba tras aquella barra de bar aquella noche. Tal vez esa vela que tanto te gustaba se haya consumido por completo y no haya dejado más que un pastoso pringue sobre el mantel. Tal vez ese árbol con el que no podías dejar de soñar no te estuviera dejando ver el bosque que tenía detrás.

Ahora ya no es ese perfume de aquella princesa el que te vuelve loco. Vuelven los olores a calefacción dentro de las casas, el olor a frío en las calles. El olor a Navidad y a castañas. Y ninguno de esos olores te cautiva como lo hizo el de aquella tarde de calor de verano que la empapó en sudor. O el olor de la primera cita para la que tanto se arregló. O el de aquella noche que no salisteis a cenar porque estabais tan a gusto acurrucados.

A veces pienso si esos olores no se podrán guardar en otro sitio más que en nuestra cabeza.

Seré yo, que tengo demasiada imaginación.

Camarero, ponga otra ronda. A esta invito yo.

JP

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